Conocida tanto por su rica gastronomía como por su querencia por la innovación, Singapur, isla sin más recursos que los humanos, busca convertirse en el centro asiático del food-tech (tecnología de la alimentación) y fomentar su autonomía alimenticia dando un giro sostenible al menú tradicional.
Los problemas de suministro derivados de la pandemia de covid-19, la guerra de Ucrania y la crisis medioambiental han sido el impulso definitivo para que Singapur, que importa alrededor del 90% de su comida, se marque ambiciosos objetivos: la isla pretende producir el 30% de sus alimentos para 2030, según su iniciativa 30 para el 30".
Para ello ha tomado varias medidas. Las autoridades anunciaron en octubre que un programa en pos de la seguridad alimenticia lanzado en 2019 recibirá unos 120 millones de dólares adicionales, que elevan el total a cerca de 225 millones de dólares estadounidenses.
Asimismo, a comienzos de año la próspera ciudad-Estado nombró a su primer Jefe del Gobierno para la Sostenibilidad, un puesto concebido para supervisar la reducción de las emisiones de carbono —con el objetivo de llegar al pico para 2030 y reducirlo a cero en 2050— y el desperdicio de alimentos, entre otros cometidos.
Y, a partir de 2023, los profesionales de la tecnología de la alimentación formarán parte de la lista de 27 ocupaciones destacada por Singapur para un nuevo permiso de empleo, que busca perfilar el tipo de inmigrante que trabaje en la isla, de unos 5,5 millones de habitantes y sede asiática de numerosas multinacionales.
El resultado es un sector en alza con cada vez más participantes en juego —cuenta con cerca de 250 start-up en estA área—, como quedó reflejado la semana pasada en el evento Menú del Futuro de la consultora de datos Synthesis, que arrancó en 2022 y se ha convertido en punto de encuentro de la industria.
“Estamos reimaginando los sabores, los productos icónicos asiáticos, brindando a los consumidores una gran experiencia pero en un formato saludable y sostenible”, aseguró Blair Crichton, uno de los participantes del evento y fundador de Karana, empresa centrada en que la yaca sea un ingrediente esencial en las décadas venideras.
Entre sus productos están la yaca triturada y en forma de hamburguesa, albóndiga, dim sum, los famosos bocados de la cocina cantonesa, o jiazi, un tipo de dumpling o ravioli muy típico de la comida china, que la empresa, fundada en Singapur en 2021, lanzará este mes en Nueva York tras multiplicar su negocio en la isla.
La carne de yaca fue uno de los platos presentados en los tres diferentes menús del porvenir seleccionados por Synthesis tras un análisis de las tendencias en el sector, que también incluyeron un postre de magdalenas de grillos, idea de la compañía isleña Future Protein Solutions (FPS).
“Los insectos como comida para humanos cumplen muchos requisitos. Son sostenibles (su cultivo emite un 80% menos de metano que el ganado), ricos en proteínas y tienen mucho sabor. ¡Los tiempos que vienen son prometedores!”, afirmó el fundador de FPS, Christopher Leow, presente en el evento.
Una plétora de nuevas combinaciones para preservar el medio ambiente en la que no faltaron las carnes de laboratorio, como la de perdiz de la australiana Vow Food, siguiendo la senda abierta por la start-up de San Francisco Eat Just Inc., que en 2020 recibió el permiso de Singapur para vender pollo creado por células cultivadas.
Singapur, que se convirtió entonces en el primer país del mundo en autorizar la venta de carne cultivada, es fiel tres años después a su declaración de intenciones: a comienzos de año su aparato regulador dio luz verde a Eat Just para el consumo humano de su pollo cultivado libre de suero.
Pero mientras la rica Singapur, pese a su pequeño tamaño uno de los países de Asia con más estrellas Michelin, aúna fondos e ideas para reconvertir la industria gastronómica, la tendencia planetaria va en sentido contrario: la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que el consumo de carne crezca un 70% para 2050.
Paloma Almoguera para EFE